A CONTRA VIENTO

LIBERTAD Y VIDA EN LA POESÍA DE ERNESTO DÍAZ RODRÍGUEZ.

Zoé Valdés.

Cuando Ernesto Díaz-Rodríguez escribió el poema Escribo para ti lo hacía sin duda alguna para una persona en específico, pero como todo gran poema, esa persona se diluye en la voracidad de todo lector por sentirse reconocido e incluido, de manera que esa persona para la que fue destinado el poema somos -transformados gracias a la emoción poética- todos aquellos lectores penetrados por la intimidad y el amor que entrañan esos versos.

La poesía de Ernesto Díaz Rodríguez siempre me impactó, fue la razón por la que lo seleccioné para la Antología publicada en Francia por Gallimard y la FNAC, titulada Censuré à Cuba. En aquella ocasión, en la que me tocó dirigir la publicación, no se trataba sólo de publicar poetas censurados en Cuba, encarcelados por el castrismo, además debían ser grandes poetas. Ernesto Díaz Rodríguez lo es sin duda alguna. Porque sólo un gran poeta puede hacernos olvidar en la eternidad de un instante que el hombre que escribe esos poemas no se encontraba en una celda tapiada cuando su mente entretejía las metáforas que luego aparecerían en sus diminutos (por tamaño) libros extraídos clandestinamente de la prisión.

Su poesía no es la del hombre que se queja febril y tenebroso de su propia suerte, o la del rencoroso que condena sin cesar la crueldad de una dictadura. Su poesía es, sencillamente, la de un hombre libre que ama la libertad y la vida. La de un hombre, un justiciero, que recuerda paisajes, calles, momentos entrañables del pasado, avizora el futuro, pronuncia fragmentos amorosos junto al cuerpo de la amada, la acaricia mientras escribe, absolutamente concentrado en el deseo, el amor, el goce, la verdad de aquel cuerpo, y que explora la vida abrazado a la melodía que sólo la libertad engendra. Por eso anuncia de antemano que: Esta noche escribo para ti. No importa donde estés ni que una gruesa pared se interponga entre tu almohada y la mía…

Y nadie podría ni siquiera sospechar que esa distancia es la que impone una dictadura entre un hombre que extraña y evoca a un ser querido, y que la gruesa pared no es otra que la de la celda, y que las almohadas de los amantes no se hallan a pocos pasos, sino más bien a kilómetros de distancia, separados por el dolor, las humillaciones, las vejaciones a las que ha sido condenado el autor de esos versos.

Ernesto Díaz Rodríguez fue condenado a 40 años de cárcel en una prisión castrista, cumplió 22. Atesora el prestigio de haber sido un Preso Plantado, forma parte de aquellos héroes que se negaron a vestir durante todo el tiempo de su reclusión la vestimenta de preso común. Fue torturado y presenció las torturas con las que quisieron doblegar a sus compañeros, además hubo de ser testigo del asesinato de algunos de ellos por parte de los verdugos del régimen de Fidel y Raúl Castro.

De este infortunio nos enteramos cuando leemos el curriculum vitae de Ernesto Díaz Rodríguez y por el testimonio de sus escritos, artículos, etc. Sin embargo, su poesía va más allá de ser la de un hombre apresado en la desgracia, en la injusticia, en la pena; insisto en que no he leído nunca antes una obra semejante, tan hermosa, tan libre, tan agradecida, tan fiel a la vida y a la belleza de la poesía misma, y del lenguaje.

Prueba de ello es la poesía infantil también escrita en la cárcel, y una gran cantidad de poemas de este libro, A Contraviento, que con tanto gusto y honor he querido prologar. No todos los poemas que aquí leerán los lectores nacieron en medio del horror, algunos fueron también escritos una vez que el autor se encontró en tierra de libertad, en su ya largo exilio. Eso es importante, sin duda alguna, pero no definitorio, no asimilaremos la diferencia como un sello impuesto por su condición de víctima; porque este poemario, como su título lo indica, va A Contraviento del castigo, del dolor, de la soledad, del martirio, del crimen. La belleza, la elocuencia, la filosofía que se desgranan en esta obra reside precisamente en que todo por lo que el autor debió pasar sirvió exclusivamente para que lo hicieran mejor poeta, mejor persona, mejor hombre, mejor amante.

Sin olvidar, desde luego, que Ernesto Díaz Rodríguez sigue y seguirá siendo, uno de los más grandes poetas comprometidos con la libertad de Cuba de todos los tiempos: Me han borrado la luz que cae herida al fondo del estanque, el canto subversivo de la palma, el manantial, la ubérrima esperanza. Pero aún me atrevo a escribir en las paredes el verso clandestino, la frase prohibida, en franca desnudez de la palabra.