Visión humano-profético-humorada de la Creación
… para que resplandeciesen sobre la tierra, y presidiesen al día y a la noche, y separasen la luz de las tinieblas.
Y vio Dios que la cosa era buena. Con lo que de tarde y mañana, resultó el día cuarto..
Como ya sabemos, Dios creó el Firmamento el Día Segundo, de modo que hemos de interpretar que lo que de verdad hizo el Día Cuarto, fue garantizarle a su planeta favorito, la Tierra, el disfrute de la luz del día y de la noche. Para ello no tuvo más que ordenar al astro rey (al que los terrícolas llamarán Sol) y al satélite de la Tierra (al que los terrícolas llamarán Luna), que eternamente girasen alrededor del planeta. Como es sabido, es imposible que el Sol gire alrededor de la Tierra (sistema denominado “Geocéntrico”, es decir, Gea como centro); pues el sistema creado por Dios es heliocéntrico (sistema cuyo centro es Helios, el Sol). Pero cuando Dios monte su sucursal, la SS, en la Tierra, todos estos conocimientos acerca del Universo no estarán todavía muy aclarados para el serúmano de inminente creación. Al ser una labor tan ingente la Creación, resulta que se demuestra que Dios no podía estar en todo. Tenía como componente de su ser, un alto porcentaje de humanidad como se corroborará mucho más tarde, cuando decida bajar a Tierra (con todo el dolor de su corazón, pues la separación de un hijo que emigra siempre resulta dolorosa) en forma de hijo de sí mismo, siendo Él mismo pero tomando algo, o mucho, vaya usted a saber, del alto porcentaje de humanidad de que está compuesto…
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…Porque la SS, aunque dice que actúa en plan divino cuando lo hace ex cátedra, está suficientemente demostrado que no. Si acaso un mínimo porcentaje que, normal y lógicamente, deberá ser superado por el componente humano, muy superior (de ahí esos papas guerreros, fornicadores, asesinos y asesinados, esas curias siempre rumiando venganzas, privilegios, etc., al mismo nivel que las intrigas palaciegas de todos los tiempos). No obstante, aún tendrá que prever ligeras separaciones del ave espiritual y santa, pues deberá enviar mensajes urgentes al Hijo cuando esté en la Tierra, debido a que la labor que le encomendará al pobretico será de aúpa.
¡Santo cielo…! ¡Cambiar la mentalidad del género humano después de las trabajeras del Santo Padre Celestial! ¡Enderezar sus entuertos!...
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…No es demasiado importante lo de las lumbreras del Día Cuarto. Ya no se llega a tiempo, debido a lo avanzado que tiene el Día Quinto, con las aves, reptiles y peces; ¡Ay…!, veremos qué se puede hacer con el hombre el Día Sexto.
Entonces, cuando sea necesario, como los arcángeles continuarán con su eterna guerra contra Luzbel, sólo podrá echar mano a la paloma…
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...Fue la autora de los primeros mensajes de la Historia Cósmica y, más concretamente, de la Historia Universal, en este caso del Universo propiamente dicho, y aún así siempre existirán dudas (es verdad que no para todos, la SS nunca duda, por eso siempre miente, a lo sumo se iguala con el reloj parado, que dice la verdad, dos veces al día), de si servirá para algo: el envío del Hijo, de la Paloma y más dudoso aún, la terrible gran duda, la de la propia Creación, ya veremos, ya veremos.
Varios estadios de tiempo cósmico después del Día Cuarto, Dios tenía ya preparado el plan de ejecución para el Día Quinto. Los arcángeles con sus ejércitos reunidos habían vencido por enésima vez a Luzbel aunque ellos mismos, en esta ocasión, habían quedado algo diezmados y precisarían de tiempo cósmico en cantidades industriales para reponerse. Miguel, y los otros tres estaban siendo acosados por sus lugartenientes. Por una parte, no se materializaban los premios prometidos porque aun deberían pasar muchos estadios de tiempo, para que en la Tierra hubiesen: hombres, mujeres, niños, viejos, coches y otros peligros, etc. Por otra parte, no le veían el fin definitivo a la guerra. Cada vez eran todos más conscientes de que la victoria era imposible debido a la inexistencia entre ellos (seres de la Primera Creación), de la “Muerte” o extinción de su esencia corporal, característica reservada por el jefe, Dios, para los seres humanos.
Dios, obviamente, era conocedor profundo de todas estas dificultades (no se debe olvidar, no obstante, que Dios era asaltado de cuando en cuando por algún pequeño porcentaje de humanidad) y le entristecía ver a sus arcángeles tan preocupados y algo huraños para con Él mismo. Pensó que sería por no haberles invitado al advenimiento del Día Cuarto. Se hizo el propósito de no volver a tropezar dos veces en el mismo fragmento de rayo calcinado (en el Paraíso Celestial no hay piedras excepto aquella en la que “Cristo puso el pie para subir a la Gloria”).
Así que les invitaría para el alumbramiento del Día Quinto, dorándoles la píldora con lo de los pajaritos, los pececitos de colores, las iguanas, lagartos y dinosaurios, etc., etc. También arañas en la tierra y mejillones en los mares. Los arcángeles sin demasiado ánimo hicieron de tripas corazón y aceptaron el ofrecimiento divino, no sin antes hacerse la promesa entre los cuatro, de ir pensando seriamente en exigirle que pusiese en práctica alguna divina idea, para acabar de una vez con el sempiterno conflicto bélico que tanto les hastiaba.
Dios, haciendo aflorar a su divino rostro su sonrisa más bonachona, hizo un gesto para que le siguieran, dando unas vueltas por los alrededores del Paraíso Celestial sin dejar de mirar a lo lejos, con objeto de tener localizada a la gran lumbrera y a su gracioso planetita (ya le iba quedando muy, pero que muy coqueto), para desde allí mismo obrar el gran prodigio.
Una vez todos acomodados, levanta Dios su brazo derecho, unos diez grados sobre la horizontal (era la dirección en que la posición de Gea en su actual situación sobre la elíptica, ofrecía su más bella iluminación recibida de la gran lumbrera. Dios no se dio cuenta de que la lumbrera permanecía quieta, pues sólo experimentaba el movimiento galáctico; dentro del cual, todo lo visible estaba inmerso, y de que la Tierra jugaba al corro chirimbolo a su alrededor, y, como no advertirá esta particularidad a su futura sucursal en Gea, será la causa de que mantengan su error hasta pasados dieciséis siglos de tiempo terrenal después del envío de su hijo, demostrándose la mala intención (de la SS) para con el serúmano, puesto que se mantendrán en su error consciente, cuatro siglos más, que será cuando perdonen a un tal Galileo que, siendo muy avispado, evitará que los próceres de la sucursal lo quemen vivo, dándoles la razón a su sinrazón), una vez ajustada la posición del brazo, gira hacia arriba la mano y selecciona los dedos índice y corazón, como de costumbre. Es entonces cuando va y dice Dios: