El año 1925 fue muy especial, habían sucedidos varios acontecimientos que al mundo habían remecido y sobre todo en Alemania, donde nacían los primeros atisbos de odio hacia los descendientes de Judea.
Dresden, era una pequeña ciudad de Alemania que se caracterizaba por tener inclinación barroca, parques bien cuidados y un verano siempre excepcional, lo que permitía que sus árboles, plantas, campos, sus inmensas praderas, ríos y volcanes, se vistieran con sus mejores ropas naturales, convirtiéndola, día a día, en una ciudad majestuosa, única en toda la vasta zona.
Un balón de fútbol apareció en medio de tanta belleza y tras ella, varios niños que no superaban los seis años jugando con ella; un rato después, cansados de tanto correr, se dejaron caer sobre el césped del lugar, varios infantes, que solo reían y discutían por el partido ya terminado.
Un vehículo se estaciona cerca de los niños y una mujer conmina a uno a acercarse, el jovencito sale corriendo y dice - mamá en media hora más estoy en casa - ante esto la dama acepta la propuesta y envía un saludo con sus manos para todos los presentes.
El niño en cuestión gira y grita hacia sus amigos -¡hey checo!, a qué hora vamos a correr al estadio - en eso se asoma entre todos los niños un muchacho de figura delgada que sonríe y le dice - a las 18:00 horas, te estaré esperando para ver “tu recuperación” y sonríe -ante lo cual Antón, deja escapar un movimiento a su mano derecha que parece explicar que lo indicado por su amigo, no es otra cosa que una tontera.
La casa de Jakub Fajkus, el muchacho de la figura delgada, era pequeña, pero confortable, tenía tres piezas, un gran comedor, una pequeña sala de espera, un toillette y una cocina donde su madre de nombre Ivanna lavaba cada día los platos y demás enseres luego de las tertulias familiares. El papá, era un hombre alto y delgado, bastante agradable en el trato y muy alegre. Se desempeñaba como chofer del Embajador de Checoslovaquia y se hacia llamar Ondrej.
El mencionado señor había sido en su país natal Checoslovaquia un eximio corredor de larga distancia (42 kilómetros) y era por tanto un indiscutible admirador de la Contienda Olímpica, La Maratón.
Cada fin de semana cuando el tiempo le alcanzaba, Ondrej salía con su hijo y corrían a lo largo de una gran avenida, que terminaba en dos grandes árboles, que le servían para descansar y conversar, lo cual era también la mejor forma de recuperar energías cuando se estaba corriendo en una larga distancia.
El almacenero que existía a unos doscientos metros de la casa de Ondrej, llamado Alfred Schrer, queda parado a distancia y espera que se acerquen y con voz y mirada un tanto preocupada le dice – sabes, estoy preocupado por tu hijo, tú lo haces correr demasiado, el todavía es un niño, es como si tu estuvieras preocupado de que rápidamente aprenda a escapar. Si es así ¿de qué? Seguramente escapa de ti, porque teme que agotes sus pulmones -
El espigado chofer hace una pausa, más lenta de lo normal, y después de inhalar abundante oxígeno, mira al almacenero y le contesta - ¿de veras? gracias por preocuparte por la salud de mi hijo, quizás tengas razón, no debo hacerlo correr tanto, quédate tranquilo, controlaré la situación de mejor manera las siguientes veces, pero él tiene que hacer ejercicios, con el fin de no atrofiar sus posibles potencialidades en lo que se refiere a correr distancias, ojalá mi niño pueda lograr algo importante, y no sea como yo, que no me alcanzó para clasificar al evento Olímpico, a pesar de hacer siempre buen tiempo de carrera, no lograba el considerado como ideal –
Después de pasado unos años, llega el día en que Jakub se encuentra preocupado ante la necesidad de tener a tiempo su vestimenta para Licenciarse de Secundaria Profesional. Con sus 18 años ya sabe que ha culminado una etapa en el Colegio y en Secundaria y que deberá enfrentar otra con mayores exigencias.
A fines del año 1933, y en una tarde bastante nublada, aparece Ondrej, un poco cansado, con el pensamiento puesto en el maletero del auto, que siempre conducía al Cónsul de su país en Alemania; rápidamente se acerca a la parte trasera del vehículo, y al mismo tiempo se siente la voz de su hijo quien le grita - ¿papá, me trajiste el traje para mi Licenciatura? - levantando una bolsa larga, Ondrej, con ojos avispados, le indica con los dedos, que está solucionado.
Durante la ceremonia de Licenciatura, sólo se oye la voz del Director del Colegio y una u otra tos que incomoda a algún asistente. Sin embargo, al llegar al final del discurso, ya se comienza con el detalle de los alumnos premiados por su dedicación al estudio. Ante esto Jakub y Antón se miran y parecen conversar con sus dedos, ellos seguramente no están en ese listado, porque no han alcanzado rendimiento de excelencia.
En la sala, y luego de pedir silencio, uno de los profesores se acerca al borde del estrado y con voz potente indica -“queremos esta vez entregar un reconocimiento a alumnos que se han destacado en el área deportiva, para lo cual llamo al señor Jakub Fajkus y a Antón Schlesinger a subir al escenario” -