No tienen nada en particular que decirse, ni mucho menos que hacer, simplemente por el placer que les da el estar juntos, es por lo que se han buscado el día de hoy; o quizá será que, precisamente hoy deberían encontrarse, porque su vida les tiene preparada la mejor sorpresa que jamás se hayan imaginado y precisamente, ese es el motivo por que los dos sintieron la necesidad de verse y razón por la que han estado un tanto nerviosos y a medida que pasan los minutos, la ansiedad y el nervio se va incrementando palabra a palabra, mirada a mirada.
Para este momento, su distracción es evidente, se han perturbado de tal manera que ya ninguno puede ocultarlo. Héctor, intenta decir algo, pero no alcanza a formular palabra alguna, Idalia pretende sacarlo del apuro y voltea a mirarlo a los ojos tratando de completar la frase que no salió de la boca de Héctor, pero tampoco logra expresarla; en ese instante, se encuentran sus miradas fijas, profundas y en cada uno se desliza una energizante sensación que los trasciende a otra dimensión.
Las pupilas de Idalia llevan a Héctor hacía otro espacio y tiempo, está en la Iglesia a punto de contraer matrimonio, observa a detalle a la mujer que está a su lado, lentamente mira cada una de las partes que la imagen le presenta y al llegar al punto en que debe ver el rostro de la persona con la que va a unir su vida, está mirando y… no concibe tal circunstancia… es la imagen del amor… de su amor… es la cara de Idalia que al mirarlo, pronuncia en voz baja … “te amo”… dejando a Héctor, exactamente como está, pasmado, cautivado, inmovilizado por lo que está viviendo.
Idalia, al percibir su propio reflejo a través de las claras pupilas de Héctor, se desvanece por su pensamiento hasta el momento en que rodeada de muchas caras conocidas, se encuentra frente a un sacerdote quien está a punto de celebrar su enlace matrimonial con el caballero que está a su lado, ella, al igual que Héctor, recorre con su mirada el fornido cuerpo de él, deleitándose de cada sensación que a medida que observa provoca en su sentir, mira con satisfacción al hombre a quien ha decidido entregar su vida y al corresponder la mirada… sorprendida… se encuentra con la encantadora sonrisa… que le ha dado sentido a su vida… es Héctor, es el rostro de Héctor el que ahora toma forma en el sueño de Idalia.
Ambos siguen proyectados hacía las imágenes que cada uno ha vivido por separado, esto ya les había ocurrido en varias ocasiones, antes, cuando ni al menos se conocían, pero hoy coinciden en el momento de reconocer su respectivo rostro, ahora ya está definida su imagen y en estos instantes se están proyectando para el otro, a través de este encuentro espiritual y físico que están viviendo, la realidad que sus vidas les tiene preparada.
Es el momento exacto en que se están identificando, no solo física sino espiritualmente, están descubriéndose en la unión eterna en la que han permanecido a través de la eternidad sin darse cuenta, hoy es el instante preciso en que reconocen que el uno está predestinado a permanecer con el otro a través de los tiempos, no hay explicación mayor, no se necesita, están reconociendo que su unión se realizó antes para permanecer mientras su amor se los permita, su encuentro no fue casual, sólo siguieron el camino que ya estaba trazado, vida tras vida, tiempo tras tiempo y sin saber al menos hasta donde puedan llegar, sólo aceptan nuevamente la responsabilidad de tener que dar todo por el otro, sin pesar ni condición alguna, con entrega total e incondicional, así es como se están descubriendo en este instante.
Un inesperado frenar del autobús, les hace reaccionar a la realidad, ninguno de los dos concibe comentario alguno, ambos están plenamente conscientes de lo que acaban de vivir y después de desnudar su alma y presenciar con el poder de sus pensamientos las circunstancias que los llevo hasta este momento, sólo atinan a decir:
- ¿Idalia? ¿eres tú?
- ¿Héctor?
- ¿Yo?
- No digas nada, no hace falta dar explicación alguna
- ¿Lo sabes?
- Tanto como tu
- ¿Y?
- Es lo que deseo.
- Yo nunca pensé…
- No tienes que hacerlo
- Cómo explicarlo…
- ¿Necesitas explicarlo?
- ¿No?
- ¿Para qué?
- Nos hemos contactado de tal manera…
- Esa conexión ha permanecido siempre
- Hace cuanto tiempo
- ¿Tú lo sabes?
- Desde siempre
- ¿Entonces?
- Tienes razón
- ¿Qué te digo?
- Si me amas
- ¿Lo dudas?
- Lo siento
- Yo también
Su conversación no dice nada y sin embargo, se están entendiendo mejor que nunca, ambos han visualizado esas imágenes una y otra vez pero es hasta hoy cuando entienden su significado, su alma les estaba avisando el próximo encuentro y ninguno de los dos la había relacionado, ahora toma figura, forma y continuidad, ha sido necesario este encuentro para darle permanencia a la eternidad de su amor, no hace falta nada más, el que sus sentimientos hayan aflorado tan íntimamente les ha dado el poder y la fortaleza que existe en el universo y que se está materializando en este momento. Ya saben ahora hacía donde ir, permanecer en su encuentro y proyectar el amor que sienten, es lo que continua sin una palabra más, está todo dicho, está todo escrito.
Héctor toma la mano de Idalia y la siente con suavidad, ella se estremece apreciando aún la sensación de su unión, le corresponde presionando con la suya la de él, y así, sellan el encuentro que les marca que jamás nada podrá separarles ni habrá nada que destruya sus sentimientos. Se han aceptado mutuamente desde el fondo de su corazón; y no sólo eso, ya estaba unido su destino, ya estaba marcado el momento de su encuentro y aunque su relación ha estado envuelta con la magia del amor, en este momento, se multiplican cualquiera que hayan sido las emociones y los sentimientos, se engrandecen de tal manera, que no hay espacio alguno para dirigir su pensar o sentir a ninguna otra cosa.