Después de tantos estragos ocasionados por años de tormentas y mareas sin calma. Cipriano luchaba con su mente y era víctima de las pasiones que tantas veces lo llevaron a sentirse culpable y apesadumbrado. Por desgracia para él, Como de un largo y tenebroso sueño despertaba a la emotiva certeza de los reproches consigo mismo. Consiguió tranquilizarse y desprenderse poco a poco de esa carrera desenfrenada que le había proporcionado momentos de felicidad, y sin que se diera cuenta lo habían llevado a sentir remordimientos y una profunda inconformidad que le alejaba el sueño por completo cuando menos lo esperaba. Muchas noches las pasó junto al rescoldo testigo de otra hoguera, imaginando bocas que se iban dibujando sobre el diáfano velo del antojo.
La mente de Cipriano era un torbellino de incertidumbres y dudas, los vicios adquiridos en su juventud le impedian vivir una vida normal, sosegada, y buscando olvidar su mocedad borrascosa y sus años de adulto sin sentido, cada vez se hundía más y más en el licor y en la febril locura de vanos momentos. Cipriano cogió su abrigo que estaba colgado en una percha junto
a la puerta, se lo puso sobre su camisa ajada y mal cuidada, abierta hasta la cintura, que dejaba ver su pecho como un espeso bosque de bellos entre canos. Quería alejarse de los amigos que lo esperaban por las noches en la cantina del pueblo. Y de las mujeres que lo sofocaban con sus besos y zalamerías. Por culpa de sus correrias e irresponsabilidades, el hombre se veía en graves problemas.
Armando era un hombre de malos hábitos de movimientos torpes de expresión desagradable, de rostro redondo, ojos vivarachos y saltones,de boca carnosa y mal confeccionada. Su estatura era buena pero los malos hábitos como todo lo habían echado a perder, para completer el cuadro inculto, grosero, nadie lograba explicarse como era el comandante del pueblo.
En Los Pinos y pueblos vecinos, la calma se habia acabado los hombres estaban aterrados y las mujeres confundidas. El alcalde, comandante, y colaboradores nada hacian para mejorar la situacion de los lugarenos.
Armando y el forastero caminaron por la calle del laberinto. Ellos no se dieron cuenta que los muchachos los seguían arrimados a las enladrilladas paredes sin revoque de una calle olvidada, donde proliferaba el vicio y las malas mañas, allí la luz languidecía, el abandono del entorno alejaba a los buenos ciudadanos dando paso a la censura y duras críticas dirigidas a los mal vivientes, borrachos de poco pelo, y protitutas de mala muerte, allí acurrucados sobre las losas frías cubiertas por el lodo,pasaban los fríos inviernos y los veranos ardientes.
En la casa de los Morán seguía la preocupación y el temor. Habían pasado semanas de los sucesos ocurridos y la familia no se tranquilizaba aún. Una mañana umbrosa después del desayuno, Cleotilde que parada en el amplio corredor miraba a la distancia aparentemente sosegada de pronto lanzó un grito espantoso. Mientras se cubría la cara con sus manos, dijo haber visto un hombre que con un cuchillo en la mano corría por entre la arboleda y los sembrados y que llevaba la ropa ensangrentada.
Uno de los campesinos que había sido alertado por los hermanos Moran en la mañana viajaba a caballo a casa de unos amigos con el ánimo de darles la oportunidad para el desquite a una partida de ajedrez ganada tres días antes, Lo hacía por un camino angosto que cruzaba frente a las casas vecinas, se detuvo un momento a mirar el estrecho andén sobre el cual claramente se veían marcas de pisadas ensangrentadas, y desde el interior de la casa salian finos hilos de sangre fresca aún, esto le dio al hombre la certeza de que dentro de la vivienda había un impresionante cuadro de horror.
Recordaron que la esposa del hermano mayor contó que había escuchado movimientos raros junto a su ventana, similares a los pasos de una persona. Sostuvo que no eran los perros. Dijo que tuvo miedo de
Asomarse a averiguar lo que pasaba porque no se sentía segura, desde el día que encontraron huellas de pisadas dejadas por un extraño en el corredor de la casa. Que era inevitable recordar que la hermana menor aseguró que mientras tejía sentada en el mirador, sintió sobre ella la mirada de alguien al acecho, y que desde ese momento se sentía inquieta.
Y en el despacho de auto buses del caracoli, en una carretera llamada los Caracolies el tiempo pasaba y un hombre de apariencia extraña seguia allí, con su inquieto ir y venir sobre sus pasos. La muchacha no se dio cuenta en que momento llegó al lugar, ese hombre que le causaba temor. En el pueblo había preocupación y temor, debido a los últimos acontecimientos ocurridos en el lugar. La gente estaba hondamente conmovida. Porque negras amenazas se cernían sobre ellos.
En los balcones seguían los recuerdos la mente de todos se trasladó a la llegada a la colina y a la extraña desaparición de Alfonso de sus labores. Dos días después de la llegada de los visitantes a la colina, llegó el hermano preguntando por él. ¡Acaso no sabes que es un desconsiderado, se largo cuando más lo nesecitaba carajo! Cómo a la casa no llegó. En ese momento se dieron cuenta que algo muy grave tenía que haberle ocurrido. Rápido se movilizaron el barranco fue el primer lugar que visitaron pero no encontraron rastro alguno. De Los Pinos llegaron uniformados cuando ya era de noche, para investigar lo que habia ocurrido.
Las mujeres estaban aterradas, no podian creer lo que estaba pasando.