Al mediodía fue a almorzar al restaurante de autoservicio ubicado frente a la Plaza Slavija. Se sentó en una de las mesas que quedaban frente al ventanal del restaurante, con vista sobre la plaza, del lado de la calle Nemanjina. Era su lugar favorito. Le gustaba ver pasar a la gente mientras comía.
Estaba terminando de comer su postre, cuando llamó su atención una pareja que pasaba caminando deprisa. Eran un hombre y una mujer, ambos jóvenes. En realidad quien había llamado su atención era la mujer. Era bastante atractiva. El hombre llevaba una pequeña maleta en la mano y la moza una bolsa de viaje colgada del hombro. Era una bolsa semejante a la que Pedro había perdido. Observó a la pareja con mayor atención y cuando la vio de espaldas, creyó distinguir en la bolsa que llevaba la moza una etiqueta tricolor en la que se leía “México”.
—¡Esa es mi bolsa! —reaccionó Pedro y de un salto se incorporó de su asiento y salió a la calle.
Siguió a la pareja.
La moza era esbelta. Iba vestida con una blusa blanca y unos pantalones cafés, que se ajustaban a las bien delineadas formas de su cuerpo. El hombre era alto, de cabello oscuro peinado hacia atrás. Vestía pantalones de mezclilla y camisola del mismo material.
Avanzaban calle abajo sobre la Nemanjina. Pasaron frente al parque donde Pedro había perdido su bolsa. Es probable que vivieran cerca de ahí.
Cruzaron la avenida Kneza Miloša y continuaron avanzando por la misma calle hasta llegar a la Plaza Bratstva i Jedinstva.
Pedro continuó siguiéndolos a una prudente distancia, tratando de no acercarse demasiado a ellos para no ser descubierto. La pareja atravesó la plaza y entró en la terminal de ferrocarriles.
Estaba claro que las terminales ferroviarias tenían algún significado oculto en la vida de Pedro. No había podido escapar de ellas en ninguna de las ciudades que había visitado.
Entró a la terminal y aprovechó el nutrido número de viajeros para confundirse entre ellos, lo que le permitió aproximarse más a la pareja sin que su cercanía fuese percibida. Se acercó lo suficiente como para comprobar que la bolsa que la moza llevaba, era la que le habían robado. Sería muy extraño que una bolsa semejante pudiera adquirirse en Yugoslavia.
Cuando Pedro vio que la pareja se dirigía a uno de los andenes, disminuyó su velocidad para aumentar la distancia que le separaba de ella. Se ocultó detrás de una columna para ver lo que hacían.
Por el sistema de altavoces, una voz femenina difundía constantemente información dirigida a los viajeros, anuncios que Pedro no alcanzaba a entender. Sólo logró captar que se repetía con bastante frecuencia la palabra ponavljam.
La pareja se detuvo frente a uno de los vagones de un tren que estaba por partir. Desde su escondite, Pedro alcanzó a entrever que discutían. Al parecer el hombre iba a viajar, pero no tenían la apariencia de estar felices o tristes por la separación, más bien tenían aire de estar disgustados. El hombre se separó de la moza sin despedirse de ella y abordó uno de los vagones. La moza no esperó a que el tren partiera y caminó hacia la salida de la estación. Pasó al lado de Pedro. Era bonita. Tenía cabello claro y ojos cafés. Parecía triste y malhumorada al mismo tiempo. Pedro la siguió.
Salieron de la estación y la moza continuó su camino por la calle Balkanska, rumbo a la Terazije. Pedro insistió detrás de ella a prudente distancia.
La moza se detuvo a ver el escaparate de una tienda. Parecía estar interesada en alguno de los artículos que se exhibían en la vitrina. Entró al establecimiento y desapareció del campo visual de Pedro.
Pedro se acercó lentamente a la entrada de la misma tienda, aparentando mirar los artículos expuestos en el escaparate.
De repente, la moza apareció frente a él mirándolo fijamente.
—Šta hoćeš? —preguntó—. ¿Por qué me sigues?
Sorprendido, Pedro pasó de perseguidor a perseguido.
—Esa es mi bolsa —alcanzó a balbucear en inglés.
—¿Tu bolsa? ¿Por qué crees que esta bolsa es tuya?
—Me la robaron hace unos días en el parque, no lejos de aquí. La reconozco por la etiqueta de México que tiene ahí —señaló con el dedo.
La moza pareció suavizarse. Observó a Pedro y preguntó.
—¿De dónde eres?
—Soy mexicano. Disculpa que te haya seguido, no era mi intención alarmarte, pero reconocí la bolsa cuando te miré pasar frente al restaurante de la Plaza Slavija.
—Ya entiendo. Vamos a platicar. Invítame un café.